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domingo, 20 de mayo de 2012

Solo recuerdo......


“Solo recuerdo dos cosas: una que la ciudad donde vivía no tenia murallas, y otra, que todos caminábamos arrastrando una sombra”.
-          ¿Y no recuerda nada más? – Preguntó Fred el sicólogo de a bordo.
-          Nada más, esa es la pesadilla que tengo noche tras noche desde que salimos de la hibernación hace tres meses – comento Alan notablemente nervioso.
Fred levantó ambas manos con las palmas hacia el frente pidiéndole calma – ¿y cual es el problema Alan?, por que ese sueño le intranquiliza tanto como para llamarle pesadilla – le interrogó suavemente.
-          Creo que no quiere entenderlo doctor, el problema no es el sueño: En el sueño paseo por una hermosa ciudad, una ciudad de calles amplias, con jardines frente a las casas y arboles y pájaros y el Sol, un sol rutilante y cálido como nunca había visto, brilla en lo alto del un cielo azul, limpio y trasparente. Mire a donde mire,  el horizonte está ahí,  lejano y misterioso dando una amplitud a todo que casi parece infinita – Alan guardó unos segundos de silencio mientras miraba al suelo distraídamente. Después levantó la cara de pronto y clavo sus ojos en los de Fred y repitió de nuevo – El problema no es el sueño doctor, el problema es que me despierto aquí, encerrado en esta nave, en esta lata de sardinas donde el horizonte solo es negrura infinita tras las claraboyas  y donde el Sol son estas lámparas anodinas que no producen ni una maldita y triste sombra.
-          Bueno Alan, tranquilízate, tomate unas horas de descanso – Fred reclinó el respaldo del sillón que ocupaba Alan convirtiéndolo en una especie de camilla, después inyectó un calmante en su brazo y esperó a su lado a que hiciese efecto.
Alan cerró los ojos y poco a poco  su cuerpo fue perdiendo la tensión que le aquejaba quedando finalmente flácido y tornándose su respiración tranquila y acompasada.
El doctor abandonó su camarote-consulta y se encaminó al puente de mando.
 –  capitán ¿podemos hablar?  – dijo al llegar. El capitán le miró interrogante y Fred le hizo señas de que prefería hacerlo en privado.
      Cuando el capitán cerró la puerta de su camarote-despacho, Fred se  sentó y con voz suave le explicó al detalle  lo ocurrido con Alan.
-          ¿Lo que le ocurre a ese muchacho, puede convertirse en un problema serio? – pregunto el capitán sin demostrar un interés especial en la respuesta.
-          Ya es un problema grave capitán. No es el primer hombre de nuestra tripulación que sufre este síndrome. En las otras cinco tripulaciones hibernadas también hay casos, incluso más serios. Según los informes un mecánico intentó abandonar la nave a riesgo de despresurizarla el androide de seguridad  tuvo que abatirle para impedirlo.
El capitán reflexionó unos instantes y luego fue tajante – hibernelo y que nadie lo despierte hasta llegar a destino.
-          Será el quinto capitán – contestó Fred.
-          No importa, hay suficiente personal para maniobrar la nave en los siguientes relevos – dijo y se le quedó mirando fijamente - ¿quiere algo más doctor?
-          Solo recordarle que usted también tiene que visitarme,  para pasar el reconocimiento – informó marcando las sílabas imperceptiblemente más de lo habitual.
El capitán le contemplo en silencio unos instantes y después mientras se volvía respondió – No se preocupe Fred iré a su consulta, ahora retírese por favor.
Cuando Fred cerró la puerta, el capitán se sentó y giró su silla hacia la enorme ventana que desde su camarote se abría al cosmos. Por un momento se dejo llevar por la nostalgia y evoco sus primeros tiempos como piloto, fumigando en un biplano extensos campos de cereal en las interminables llanuras del oeste. Recordó las acrobacias, las risas, el viento sobre su cara y su corazón desbocado en el pecho por la sensación de plenitud y libertad.
            Luego quiso ser el mejor y logró serlo,  piloto militar, piloto espacial, uno de los mejores y acabó aquí en esta misión pionera de exploración.
Cuanto tiempo ha pasado ya, lo piensa con cuidado, 50 años hibernado y 10 meses despierto en su relevo.
            Seis tripulaciones completas en busca de nuevos lugares para la raza humana.
            Nadie los espera ya, todos los que una vez los quisieron, los que alguna vez significaron algo para ellos serán ya ancianos o cenizas en el viento.
            El capitán con una torcida sonrisa piensa en Fred, el robot médico, en su preocupación por los pequeños episodios de locura de la tripulación humana. Piensa que tal vez algún día le explique que sus aires de médico sabelotodo no son más que un programa de conciencia artificial implantado en una asombrosa máquina de aspecto humano, a ver que cara se le queda.
            Volvió a asomarse al ventanal, miles de estrellas reverberaban en todas direcciones.
            Durante un instante se sintió abatido y pensó en lo lejos que estaban de todo, y que tal vez este no era como pensaron al principio, el viaje de unos héroes hacia los confines de la galaxia para salvar a la humanidad,  sino el de unos condenados a lo más profundo de sus propios infiernos.